¿QUIENES SOMOS?
Somos una Comunidad Cristiana Católica, que busca formar líderes laicos competentes en estudios bíblicos, y responsables socialmente.
El Movimiento El Carpintero está Vivo, en este año 2024 ha cumplido 20 años de trabajo ininterumpido, al servicio de la Iglesia Católica, y de la sociedad en general. A través de nuestra Escuela de Biblia y de Evangelización, formamos permanentemente a los miembros. Además nos reunimos semanalmente a través de varias comunidades donde oramos y estudiamos la Biblia.
La Fundación ECEV, que inició en 2001, cumple 23 años de servicio social. Desde hace 15 años, trabajamos en el Plan de Padrinos y Benefactores, a través del cual ayudamos a familias y niños de escasos recursos económicos.
Usted puede convertirse en voluntario, padrino o benefactor de esta Obra que ha ayudado a muchas personas. Comuníquese con nosotros AHORA!
Que Dios lo bendiga abundantemente…!!
Equilibrio...
El Evangelio de San Marcos capítulo 7, cuenta la historia de la curación de un sordomudo. Dice la Biblia que Jesús, “apartó al sordomudo de la gente y a solas con él, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Luego levantando los ojos al cielo le dijo ‘Effatá’ que significa ‘ábrete’ y, al momento, se le abrieron los oídos y se le soltó la traba de la lengua, y comenzó a hablar correctamente”.
Nuestro mundo está lleno de sordos y mudos. Sordos del corazón y de las manos. Gente que oye pero que no escucha. Que posee un blindaje total hacia la opinión ajena. Personas impermeables, cerradas a sus viejas y anacrónicas ideas. Muchos de ellos son radicales, fanáticos que creen que poseen la verdad completa, con un ego tan grande que consideran que su palabra es: “palabra de Dios” y nadie puede opinar, peor aún discutir o confrontar sus ideas porque, de inmediato, viene la descalificación, la agresión y el insulto… esto ocurre no solamente en la religión, en la política o en el deporte, sino en la vida cuotidiana.
Estamos hartos de estos sordos desequilibrados.
El grito de Jesús resuena otra vez:
-¡Ábrete!
El mundo cambia vertiginosamente y lo que dio resultado ayer, hoy resulta caduco. Ábrete, controla tu ego, modernízate, aprende de los demás, escúchalos.
Y la curación que ofrece Jesús es integral. El hombre no sólo dejó de ser sordo, sino que comenzó a: “hablar correctamente” -afirma la Biblia. Seguramente sus primeras palabras fueron de agradecimiento y cariño hacia aquel Carpintero que le devolvió la salud.
Que también nosotros aprendamos a hablar correctamente, que emitamos palabras bonitas, de agradecimiento y de amor. Que podamos utilizar nuestra lengua para decir “te amo”; “te extraño”; “gracias por existir”. Las palabras bien dichas pueden devolver a la gente la esperanza, la fe, la autoestima. Cuidemos lo que decimos, la palabra resucita a la gente -como lo hizo Jesús con Lázaro-, o puede matar. Siempre será un arma de doble filo.
Le invito a escuchar y hablar con inteligencia espiritual. Escuche también a Dios. Él habla a través de la naturaleza, de los pajarillos, de las plantas, y sobre todo a través del ser humano; especialmente de los pobres, de los humillados, de los enfermos y de los niños.
¡Escúchelo! Abra su corazón y también usted podrá curarse para siempre.
Ramiro Alarcón Flor
El poder de la Oración
Ésta es una anécdota personal que ocurrió hace varios años…
Llegó la época de Navidad, en aquel tiempo caminábamos muy felices siguiendo las huellas de Jesucristo a través de la Comunidad Misionera Jarcia; así que, organizamos sendas misiones a barrios marginales. En aquella vez, -igual que ahora- los barrios Martha Roldós y Pisulí, ubicados al norte de Quito, tenían graves problemas de delincuencia. Decidimos ir allí, justamente, porque suponíamos que nadie iría.
Me acompañaba, como siempre, mi camioneta celeste, una Luv del 78, que pertenecía a mi padre Marito. Bueno, creo que pertenecía más a Dios porque a través de ella realizamos infinidad de tareas de ayuda social. Recuerdo que, en aquellos días, la camioneta estaba con problemas mecánicos. No encendía y había que empujarla. En fin, con todo eso, igual nos fuimos.
Todo iba bien hasta que en Pisulí después de cantar villancicos y predicar la Buena Nueva de Jesús, algunas personas comenzaron a insultarnos. Nos acusaban de ayudar solamente a Pisulí y no al barrio Martha Roldós. Al ver aquello sugerí que nos retiremos. Teníamos dos vehículos. Nos separamos. Mientras mis amigos empujaban mi vehículo la situación empeoró, comenzaron a lanzar piedras.
Íbamos calle abajo y afortunadamente la camioneta se deslizaba por gravedad. Pero los agresores se quedaron cerca del otro auto. Para colmo la camioneta ya no prendió más y toda la gente venía muy nerviosa. Las chicas lloraban, y no encontrábamos una salida. Sugerí que corran; yo no podía hacerlo, estaba dispuesto, como todo capitán, a morir junto a mi nave.
Obviamente mis amigos muy solidarios no se fueron. Nos quedamos allí sin saber que hacer en medio de nuestra ansiedad. Fue entonces cuando José Luis Almeida -otro de nuestros compañeros. Apareció. Venia del otro vehículo a informarnos que nadie resultó herido. Esto nos alivió mucho, pero hubo algo más…
Al vernos tan estresados nos invitó a orar para ¡dar gracias a Dios! Yo no quería hacer eso. Estábamos aún en peligro, y me parecía una insensatez ponerse a orar en vez de actuar. Nos invitó a tomarnos de la mano y comenzó a dar gracias. No le voy a cansar amigo lector, solo le diré que esa oración fue mágica. Nos tranquilizó, nos devolvió la fe. ¡Y nos salvó! Apenas dos minutos después de aquello apareció, como por encanto, un poblador de allí que se presentó como mecánico automotriz. Revisó el vehículo y ¡lo reparó! Yo sonreía burlándome de mí mismo.
¿Cuál fue el verdadero milagro?
Al inicio creí que fue la aparición del mecánico. Meditando luego me di cuenta que fueron dos. El segundo fue la oración. Orar en aquel momento de crisis y fragilidad fue una medicina para el alma. El peligro no había pasado, pero sobreabundó la paz.
“Estén siempre alegres, oren sin cesar y den gracias a Dios en toda situación…”
1 Tes 5,16.
DEJA QUE DIOS TOQUE TU VIDA.
Ramiro Alarcón Flor (20-10-2024)
Érase una vez un mendigo que desprotegido, sin familia y sin empleo empezó su profesión de errante por las calles de una ciudad latinoamericana. Se alimentaba de lo poco que podía adquirir en su trabajo de limosnero ambulante. Dormía en los portales de las iglesias teniendo como techo al cielo y como almohada algún ladrillo solitario que Dios generosamente le hacía llegar a través de la vida.
En medio del frío y del tedio de una vida indigna, fue visitado una vez más por la Providencia, en esta ocasión disfrazada de un buen hombre, quien al verlo se compadeció de él y le dijo: “No debería llevar una vida tan miserable, yo soy músico, le voy a ayudar. Le obsequio este violín, es muy bueno, yo tengo varios. Tóquelo en la calle, así podrá juntar unos centavos y vivir más dignamente.
El hombre sonrió y agradeció lanzándose a los pies del músico, prometiendo que, gracias al violín, él mejoraría su vida. No obstante, luego de que se quedó solo, cayó en la cuenta de que sabía de violín lo mismo que usted y yo sabemos de chino. Casi nada. Con todo, y con buen ánimo, al día siguiente eligió cuidadosamente una esquina del centro histórico de la ciudad para ejecutar alguna melodía con el violín. Al escucharlo, la gente se cambiaba de acera, y más de una vez tuvo que escuchar la frase: “tome, tome, pero por favor vaya a tocar a otra parte”.
En fin, nuestro amigo no tuvo mayor éxito, y cuando se disponía a claudicar de su nueva empresa musical, Dios lo volvió a visitar a través de un músico. “Yo sé tocar el violín le dijo, déjeme y le enseño”. El músico tomó el violín y lo primero que hizo fue afinarlo, al cabo de un rato comenzó a ejecutar las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi. En dos minutos una multitud de más de cincuenta personas se congregaron en círculo a oír al artista. Que hermosa música decía alguno. Es un maestro decía aquel. Ese violín es una joya agregaba el siguiente…
Al ver tal multitud nuestro mendigo empezó a aplaudir y a gritar
-Es mi violín, es mi violín, yo soy el dueño”.
Sí, -le decían los transeúntes- pero ya no lo está tocando usted, lo está tocando las manos de un maestro, por eso su melodía es tan bella”
El violín es bueno, eso no se discute, el problema es quien lo toca. Si lo toca el maestro la melodía es hermosa, si lo toca un neófito mejor no escuchar.
Tú eres ese violín.
¿Qué manos te están tocando?
¿La mediocridad, la pereza o la agresividad? ¿El ego desbordado por alcanzar fama, dinero y poder? ¿El alcohol… la droga?
Deja que te toque el amor, deja que sea Jesús quien desde ahora y para siempre comience a sacar las melodías más bellas que jamás imaginaste podías tener guardadas dentro de ti. Permite que el Maestro haga de ti una obra de arte.
¡Animo violín, serás feliz!